DOBLE PLAY

En esta exposición aprovechamos la relación del juego con la historia nacional para explorar la identidad de la fotografía cubana contemporánea, producida entre 1991 y 2017. Los límites simbólicos de esta etapa son el comienzo del “Período especial”, en el año 1990, y el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, en 2014.

Lo que tiene de particular la fotografía cubana en ese período es la manera en que procesa los relatos de la historia y de la actualidad socio política. Los fotógrafos cubanos interactúan con las propuestas artísticas, subordinando todos los dispositivos a la necesidad de relatar las tensiones entre los individuos y la estructura social. Más que una crónica del “período especial” representan el espacio de crisis que se produce en este momento histórico.

En la fotografía cubana -todavía interesada por la materia fotográfica, por los soportes tradicionales y por los procesos químicos- los términos de «puesta en escena» no han logrado desplazar a la noción de experimentación. Es desde su vocación experimental que muchos de los autores dialogan con la tradición documentalista. A diferencia de otras escuelas y de otras tradiciones, incluso latinoamericanas, las prácticas fotográficas en Cuba están más al tanto de la actualidad sociopolítica local que de la actualidad estético-artística internacional. Eso les da un sentido de inmediatez y sofisticación al mismo tiempo, y les permite procesar condiciones locales de producción de los discursos, desplazándose  entre la cultura popular, las representaciones del poder político, las referencias a la historia de Cuba y reflexiones conceptuales sobre el propio objeto fotográfico.

La fotografía cubana actual se destaca por su inteligencia, es decir, por la necesidad de que cada imagen sea leída e interpretada más allá de su apariencia visual. Como objetos inteligibles, estas imágenes son también objetos cifrados, con claves que a veces sólo son entendidas localmente. Su atracción por un discurso que siempre está en el límite de la censura, hace que se mantenga una fricción entre lo dicho y lo no dicho, que debe ser abordada políticamente, pero que tiene una dimensión poética que no debe ser pasada por alto.

La doble jugada de la fotografía cubana se corresponde con una sociedad estructurada a partir de múltiples dualidades, donde se ha creído más en el poder mágico de la palabra que en el del icono y donde la relación entre lenguaje y realidad ha sido una de las obsesiones del arte durante varias décadas.

Juan Antonio Molina
Curaduría