Eric Lugo

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Eric Lugo Rodríguez
Santa Muerte en Tepito

Mi cobertura en el altar a la Santa Muerte en Tepito comenzó por querer entender la fe que los seguidores tienen, la forma de pedir favores y pagar sus mandas, a lo cual yo no tenía ninguna comprensión, ya que mi educación religiosa en casa fue muy diferente; no se creía en santos ni en un Cristo en la Cruz. No terminaba de entender cómo la gente podía creer con tal fuerza en La Niña Blanca.

A casi 9 años de la primera visita al altar, me he quedado sorprendido por todas las experiencias de los fieles que me han compartido, desde sacar a personas de algún vicio o curar enfermedades terminales. Esto no es mágico como suena, pero estoy seguro de que la fe y las ganas de vivir ayudan en estos temas, que a primera vista no suena real, pero hay casos documentados de estos «milagros» (si se le quiere poner este término), donde mujeres con cáncer tras su operación quedan libres de este; se junta la oración a la Santa y los procesos médicos.

En mi primera visita al altar, la primera fotografía que me regaló el lugar fue una joven disfrazada de catrina fumando un cigarrillo, teniendo un momento de comunión entre ella y la Santa. Me quedé muy asombrado, ya que era un momento único, donde entendí que las palabras no verbalizan el sentir de la joven. Tal vez dio gracias por algún favor, como le llaman, o estaba orando para que su vida mejorara. No lo sé, pero estoy completamente seguro de que esos momentos en el altar pocas veces se repiten.

Cubrir zonas marginadas o de alto riesgo, entre muchos fotógrafos actuales, es una moda para poner en su currículum que han estado ahí. Lo complejo de este tema es que solo utilizan a los fieles para venderse como fotógrafos rudos, pero no les interesa dejar algo en el lugar. La Santa Muerte no es moda y se le debe respeto, tanto a Doña Queta, la guardiana del altar, como a los miles de fieles que asisten. Muchas veces la gente me pasa sus correos o sus números para que les comparta la foto. Esto es gratificante porque les regresas un poquito de lo que te dejan hacer. La gente, al verse retratada, se da cuenta de que no eres ajeno a ellos, sino que eres igual; solo tenemos una cámara delante.

Alguna vez, un asistente a la celebración del primero de noviembre me vio y notó muy cansado. Me dijo: «¿Me permites alinearte?» y me dio unos pequeños empujones y sacudió mi cuerpo. Solo me dijo: «Aguas con las envidias en la chamba, ahí las andas cargando.» Le agradecí por este detalle a la persona y en verdad me quedé muy tranquilo, ya que llevaba varios días con ese pesar sin saber por qué.

Fotográficamente hablando, muchas de las fotografías que mejor he realizado han sido en Tepito, por la constancia de estar ahí frecuentemente, donde mucha gente me permite retratarlos como son, con mucho respeto y explorando su fe, desde la ahumada a las figuras, la purificación con mezcal, el pago de mandas en cuclillas y demás momentos que la Santa y sus fieles nos regalan cada primero de mes.

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